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Hola. Soy el Vagón 432 del Metro de Caracas.
Sí, el que suena raro cuando arranca, el que tiene los tubos medio sueltos y un sticker que dice “Prohibido recostarse” justo donde todo el mundo se recuesta.
Hoy decidí hablar.
Sí, pana. Porque estoy mamado, obstinado y harto de todo este gentío que me monta encima todos los días a las 6:00 a.m., sin compasión, sin desodorante y con el moral más grande que sus sueños.

Mi vida no siempre fue así, vale…

Yo era joven, reluciente, recién llegado de Francia. Olía a aceite nuevo, brillaba como cafetera de abuela y tenía aire acondicionado.
¡Aire acondicionado, mi rey! No esa brisita triste que me sale ahora como suspiro de moribundo.
Pero llegó la crisis, la falta de mantenimiento y los discursos patrióticos que suenan por las cornetas rotas. Y ahí fue cuando todo se fue pa’l valle… literal.

Lo peor de todo: la fauna humana que cargo

Mira, te voy a decir algo y no es con mala intención… pero hay cosas que no deberían ocurrir dentro de un vagón decente como yo:

La señora que vende caramelos gritando “¡CON AMOR Y BENDICIÓN!”

Pana, ¿con amor y bendición y ese aliento a guayoyo recalentado?

El carajito que pone reguetón sin audífonos

Y no cualquier reguetón… el remix de un remix de una vaina que ni Daddy Yankee quiso firmar.

El que se agarra del tubo con la mano sudada

¡Y después se limpia en el pantalón! Hermano, ¿usted cree que yo no tengo sentimientos? ¡Yo siento esa humedad emocional!

El señor que se pone a hablar de política a las 7:00 a.m.

¡Chico, ni el motor arrancado aguanta eso tan temprano! Además, ¿por qué todo tiene que ver con el imperio? ¡Yo solo quiero llevar gente de Plaza Venezuela a Palo Verde, no derrocar gobiernos!

Y los que no se bajan por su lado…

¡AHHHHHHHHHHHHHH!
¡¿Tanto te cuesta leer el letrerito, vale?!
Bajen por su derecha” no es poesía experimental, es instrucción básica.
Pero no, ahí va la doña con cuatro bolsas de Mandalo Todo cruzando como si el vagón fuera pasarela de moda.

Yo veo las peleas diarias, los empujones, las miradas asesinas… y yo, quieto, temblando como motor chino y preguntándome:

¿Y si hoy no arranco? ¿Y si los dejo todos atrapados entre Chacaíto y Sabana Grande pa’ que aprendan?

Pero no. Arranco igual, como todo buen venezolano: con las piezas sueltas pero el corazón encendido.

¿Y los artistas del vagón? Mis favoritos… casi siempre

Hay unos que sí, que cantan su salsita sabrosa, que suenan cuatro, que declaman poesía.
Pero también hay otros…

El que baila breakdance en hora pico.
El que hace malabares con tres botellas de Frescolita sin gas.
El que lanza frases motivacionales tipo “¡No te rindas, tú puedes!” mientras se le cae el pantalón.

¿Yo los admiro? Sí.
¿Quisiera una pausa? También.

Mis confesiones más oscuras

  • A veces, cuando me paro por 40 minutos en una estación, no es falla eléctrica… es que me estoy tomando un break emocional.
  • Cuando se va la luz y me dejan solo en un túnel, lloro aceite por dentro.
  • Ese pitico molesto que suena cuando van a cerrar las puertas: soy yo pidiendo ayuda en código Morse.
  • Y sí, a veces acelero bruscamente solo pa’ ver cómo se caen los que no se agarran.
    (Lo siento, tenía que decirlo. Me dan risa).

Pero también te digo algo, Caracas… te quiero

Porque a pesar del calor, del gentío, de los discursos y de los olores que ni el Diablo aguantaría… yo cargo contigo todos los días.

Llevo a la señora que va pa’ el hospital, al chamo que estudia y no tiene pasaje, al chamo que rapea por una empanada, al papá que llega tarde pero nunca falta.

Soy testigo de tu caos, pero también de tu resistencia.
Soy un vagón golpeado, sí… pero orgulloso.

Y si me vas a usar mañana, te pido solo una cosa:

  • Agárrate del tubo con decencia
  • Bájate por tu lado
  • No pongas música sin audífonos
  • Y por el amor a San Metro, échate aunque sea una colonia

Firmado con olor a aceite quemado:
El Vagón 432
Tu humilde servidor, terapeuta, terapeuta forzoso, sauna móvil y psicólogo con ruedas.

¿Te reíste? ¿Te identificaste? ¿Has montado en el 432? Recuerda: si el Metro hablara… te cantaría las verdades que nadie quiere oír.