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Tokio, Japón. En un giro de la vida que ni los más optimistas habrían imaginado, un hombre japonés ha pagado miles de dólares para convertirse en un perro. Pero no cualquier perro, sino un collie, el cual se ha convertido en una sensación en redes sociales, cobrando por paseos. Mientras tanto, en Venezuela, historias como esta no se quedan tan elegantes: a alguien como él lo pondrían a vigilar la tienda de la esquina o, en el mejor de los casos, como guardia de seguridad.

La transformación canina

El hombre, conocido solo por su nombre de “Taro”, decidió que no quería ser solo un ser humano, sino un perro de raza collie. Para ello, gastó la friolera de $15,000 en un traje de alta calidad, diseñado para emular la apariencia perfecta de un perro peludo. Este traje no solo cubre su cuerpo, sino que también le permite moverse con gracia como un canino, y hasta se le ha enseñado a hacer trucos básicos como “sentado”, “déjalo” y “dame la pata”.

Según fuentes cercanas a Taro, este hombre ha experimentado un “sentimiento de libertad” al convertirse en su canino ideal. “Me siento más yo mismo que nunca”, comentó Taro en una entrevista reciente. Sin embargo, algunos no pueden evitar preguntarse si la verdadera libertad de Taro no está en los 15,000 dólares gastados, sino en la increíble habilidad de convencer a otros para que paguen por pasearlo.

¿Un negocio rentable?

No contento con su nueva vida como perro, Taro ha comenzado a cobrar por paseos. Gracias a su aparición en medios y redes sociales, ha acumulado una clientela leal que paga $200 por un paseo de 30 minutos con él en su traje de collie. Las fotos de Taro caminando por los parques de Tokio con sus «dueños humanos» se han vuelto virales.

Pero mientras en Japón el mundo celebra este tipo de “autenticidad canina”, en Venezuela probablemente lo contratarían como vigilante. Eso sí, sin disfraz de perro, pero con un chaleco y una gorra de seguridad que dice “¡No se pase, pana!”. Y si se pierde un celular, de seguro hay alguien en la esquina que se ofrece como guardia con la esperanza de conseguir una propina extra. El trabajo de Taro como perro en Venezuela sería mucho más sencillo: ¡Ni siquiera tendría que poner el traje! Un simple polo con la palabra “seguridad” lo haría todo.

Los dilemas de un perro humano

Taro, como perro, ha tenido que enfrentarse a varios desafíos, tales como la dificultad de no ladrar en medio de reuniones, evitar que lo acaricien demasiado o lidiar con el extraño deseo de comer croquetas que, según él, han sido ofrecidas en más de una ocasión.

“A veces me siento un poco confundido, porque sigo siendo humano, pero también me encanta la idea de ser un perro. Solo quiero salir a correr detrás de una pelota, pero también me gustan los sushi rollos. No sé cómo mezclar ambos mundos”, dijo Taro, quien parece estar en un dilema existencial sobre su verdadera identidad.

La visión de Venezuela: ¿Guardia de seguridad?

Mientras tanto, en Venezuela, donde los sueños de los jóvenes a menudo se ven limitados por la situación económica, no es raro que un hombre que pague miles de dólares para transformarse en perro termine trabajando en algo mucho más práctico. Si un venezolano decidiera hacer una transformación tan radical, probablemente terminaría siendo contratado como guardia de seguridad en cualquier centro comercial o tienda de electrónicos.

¿Pasear por el parque como un perro? ¿Cobrar por paseos? ¡En Venezuela, esa plata no te la pagamos! Pero si estás dispuesto a usar un chaleco de seguridad, un radio y un gesto intimidante, en cualquier esquina podrías tener trabajo asegurado. No se necesita disfraz, solo un poco de actitud y muchas ganas de «no dejar pasar a nadie».

¿Ser perro o ser guardia?

La historia de Taro nos recuerda que, en algunos países, el amor por los animales es tan grande que se invierte hasta el último centavo para convertirse en uno de ellos. Mientras tanto, en Venezuela, un buen par de zapatos, una chaqueta con un logo que diga “Seguridad” y algo de actitud puede convertir a cualquier humano en el mejor vigilante del barrio.

Así que, la próxima vez que veas a alguien disfrazado de perro o considerando un cambio de vida radical, pregúntate: ¿Qué harían en Venezuela? Y si es un perro, seguro te dirán: “¡Se va de guardia!”.