Salir del país no te quita lo venezolano, te lo multiplica por mil. Porque si algo nos caracteriza allá afuera es que somos intensos, gritones, trabajadores, solidarios, mal hablados… y arrechos. Muy arrechos. Con hambre de futuro, nostalgia en la maleta y arepa en la sangre.
Y si tú has estado en otro país y has escuchado un «¡epa, chamo!» en el metro de Madrid, un «¿y dónde consigo Harina PAN?» en una tienda asiática en Berlín o un «coño, esto no es igual al queso llanero» en una arepera improvisada en Santiago, ya lo sabes: ¡ahí hay un venezolano arrecho cerca!
Así que aquí te va una guía con humor y emoción para identificar a ese criollo for export que no pierde la maña ni aunque lo bañen en maple syrup canadiense.
🇻🇪 1. Se le sale un “verga” hasta hablando inglés
No importa si está en una entrevista de trabajo, pidiendo café o hablando con la suegra sueca:
“This report is, verga, a little late, sorry.”
Y luego trata de arreglarlo con una sonrisa criolla que no entiende nadie, pero que igual cae bien. Porque el venezolano arrecho es políglota emocional: puede insultar, reír y llorar al mismo tiempo en varios idiomas… pero el acento, ese no lo pierde ni con Google Translate.
2. Siempre está buscando malta, Toddy o Frescolita
Puede tener acceso a los mejores vinos, cervezas artesanales y jugos orgánicos, pero nada se compara con una malta fría, un Toddy espeso o una Frescolita con empanada frita a las 8 a. m.
Y cuando los encuentra en una tienda latinoamericana, grita como si hubiese encontrado a su primo perdido:
“¡Marico, TIENEN MALTA! ¿Cuánto? ¿Cinco euros? No importa, dame tres.”
Ese es un arrecho nostálgico con billete contado, pero alma generosa.
3. Lloró cuando vio Harina PAN en el extranjero
No hay escena más común en la diáspora que un venezolano viendo Harina PAN en una estantería y soltando:
“No me la creo. Esta vaina existe aquí también.”
Y claro que se toma la foto. Y la sube. Y la etiqueta. Y dice:
“No será como en casa, pero con esta hago patria desde donde sea.”
El venezolano arrecho ve en ese paquete amarillo algo más que harina: ve resistencia, amor, infancia y desayuno con queso rallado.
4. Hace pana con cualquiera que hable español (o algo parecido)
No importa si el otro es colombiano, peruano o marciano: si dice “pana” o “arepa”, ya tienen conexión directa por fibra óptica emocional.
Pero si descubre que el otro también es venezolano, suelta la lista de preguntas obligatorias:
- ¿De qué parte eres?
- ¿Cuándo te viniste?
- ¿Tú comías pepito en Las Mercedes?
- ¿Te acuerdas del Zulia con aire?
- ¿Y en qué andas ahorita?
Cinco minutos después, ya están compartiendo arepas, haciendo memes y criticando el clima.
5. Tiene arrechera, pero no pierde el humor
El venezolano en la diáspora está arrecho por mil razones:
- Porque le niegan la visa.
- Porque el trabajo es duro.
- Porque el salario no rinde.
- Porque extraña a su gente.
Pero igual se ríe. Hace chistes. Arma memes. Saca videos. Monta una venta de tequeños. O abre una cuenta de TikTok donde cocina con acento gocho.
Ese es el tipo de arrechera que no destruye: transforma.
6. Celebra la Navidad con hallacas aunque sea junio
¿Un venezolano arrecho lejos de casa? Se las ingenia para mantener las tradiciones aunque esté solo, sin hojas de plátano, sin ingredientes exactos y sin abuela que dirija la operación hallaca.
Pero igual las hace. Porque la hallaca no se cocina solo con ingredientes, sino con nostalgia y necesidad de pertenecer.
7. Carga un emprendimiento encima
Si no tiene un trabajo formal, tiene tres rebusques. Vende arepas, hace delivery, corta cabello a domicilio, monta una marca de salsas picantes con su cara en la etiqueta, o da clases de español a japoneses usando frases como “me sabe a casabe”.
El venezolano arrecho no espera que lo salven: se inventa su propio salvavidas. Y lo decora con papel celofán, le pone nombre con “z” y te lo vende por Instagram.
8. Siempre habla de volver… aunque no sepa cuándo
No hay venezolano afuera que no haya dicho en algún momento:
“Cuando esto mejore, yo vuelvo.”
“Si se arregla, yo monto algo allá.”
“Extraño hasta los apagones, vale.”
Y lo dice con una mezcla de melancolía, esperanza y realismo mágico, porque sabe que Venezuela es como esa ex loca que uno ama y odia al mismo tiempo, pero a la que nunca deja de extrañar.
Si está arrecho, creativo, nostálgico y jodiendo… es venezolano
Porque el venezolano arrecho en la diáspora no es solo el que emigró. Es el que se rehace todos los días, el que transforma la pérdida en sazón, la rabia en acción, el desarraigo en identidad.
Es el que sigue diciendo “aquí no hay nada como el queso telita” mientras hace delivery en Bruselas. El que prepara pabellón en Londres aunque cueste un ojo. El que sigue diciendo “gracias a Dios” aunque esté solo, lejos y con frío.