Porque sí, pana, en cada barrio, edificio o urbanización hay uno. Ese vecino con alma de DJ revolucionario, que cree que el control del parlante JBL es el poder supremo. No tiene birrete, ni uniforme, pero tiene el poder del reguetón de los 2000 y una bocina que suena como si estuviera en Viña del Mar.
Y lo peor: ¡cree que nadie le dice nada porque lo quieren! No, hermano… te tenemos miedo.
“Aquí mando yo” (y mi corneta lo sabe)
Este espécimen criollo no necesita tener un cargo político, ni un consejo comunal. Solo necesita su playlist, sus panas y una extensión larga pa’ regar el poder hasta la última esquina del barrio.
Ya tú sabes cómo empieza:
“¡Prrram! Esta va pa’ los que están en la azotea haciendo parrilla sin carne”
Y tú ahí, tratando de dormir… o de ver una serie… o de estudiar pa’ un examen (que no vas a pasar porque tu concentración la tiene él, secuestrada en modo rumba).
Excusas del dictador sonoro
Cuando por fin te armas de valor y le tocas la puerta, ¿qué te lanza?
- “¡Es una fiestica familiar, vale!”
- “¡Hoy es viernes y el cuerpo lo sabe!”
- “¡Pero si eso no es música, eso es cultura!”
- “¡Aquí todo el mundo hace lo que quiere! …Menos tú, que quieres silencio”.
Y el clásico criollo que te deja sin respuesta:
“Si no te gusta, múdate…”
(A ti que naciste, creciste y sudaste en ese edificio desde el 95.)
Sus herramientas de opresión musical
Este dictador no gobierna con leyes, sino con bajos. Aquí te presentamos su arsenal:
- Corneta bluetooth tamaño airfryer. Alta, robusta, y con luces LED que molestan más que el sol del mediodía.
- Micrófono karaoke: Porque la música no es suficiente, él también canta. Y no importa si no afina… ¡él siente que tiene talento!
- Silla plástica en el pasillo del edificio: su trono.
- Grupo de WhatsApp silenciado para no leer las quejas.
- Frase lema del régimen: “Aquí todos somos panas”, pero tú nunca fuiste consultado.
¿Y si alguien se queja?
¡Atención! El régimen tiene sus tácticas de defensa:
- Te acusa de amargado.
- Dice que tú antes también hacías fiestas (en 2008).
- Se ofende: “¡Ah! Entonces ahora somos enemigos, ¿ah?”
- Te pone la canción de “No me importa lo que digan los demás” a volumen más 200.
Diagnóstico del poder: “Fiestopatía crónica con complejo de barrio libre”
Este personaje cree que vive en un rancho presidencial donde todo se puede. Pero tranquilo, no es que sea mal vecino, es que nunca superó el trauma de que en su infancia nunca lo dejaron poner el CD completo de Los Cadillac’s.
¿Se puede derrocar al Dictador del Volumen?
Mira… se han intentado cosas:
- Llamadas anónimas (que él igual rastrea).
- Cartelitos pasivo-agresivos en la cartelera del condominio.
- Amenazas de cortar la luz (spoiler: él tiene planta).
- Música clásica a la misma hora (pero terminas sufriendo tú).
La única cura real es que se quede sin batería. O que se enamore y se mude.
El verdadero poder no lo tiene quien gobierna… sino quien tiene el control del volumen.
Así que sí, querido lector, hoy el premio al Dictador de la Semana se lo lleva ese vecino que cree que la convivencia es opcional y que la salsa erótica a las 2AM une a los pueblos.
¿Te ha tocado uno así? ¿Has sufrido su régimen bailable?