En Venezuela, hacer cola es mucho más que una simple necesidad; se ha convertido en un arte y, diría yo, una tradición nacional.
En un país donde el acceso a productos básicos a menudo es un desafío, las colas se han transformado en un fenómeno social que refleja la resiliencia y el ingenio del venezolano. Acompáñame en este recorrido hilarante por las diversas etapas y estrategias de la experiencia de hacer cola en el país.
El inicio de la aventura: «¿Dónde está la cola?»
Todo comienza con la búsqueda del lugar adecuado para hacer cola. Uno se convierte en un detective privado, buscando a la multitud que, como un faro, guía hacia la próxima oportunidad de abastecerse. Puede ser en un supermercado, una panadería o incluso una estación de gasolina. La incertidumbre de si realmente hay algo al final de la espera es una constante.
Estrategias de Supervivencia
Una vez que se ha encontrado el lugar, comienza la verdadera aventura. Los venezolanos han desarrollado una serie de estrategias de supervivencia para hacer más llevadera la experiencia de esperar.
1. Sillas Plegables: Tu mejor amiga
¿Quién dijo que hacer cola tiene que ser incómodo? Muchos llevan sillas plegables, convirtiendo la espera en un picnic improvisado. Un grupo de amigos puede empezar a compartir anécdotas, mientras un niño juega a su lado.
2. Conversaciones Interminables
Hacer cola también se ha convertido en una oportunidad para socializar. Extraños se convierten en amigos temporales mientras comparten chistes, historias de vida y teorías sobre cuándo volverá a haber pollo en el mercado. La desesperación se mezcla con la risa, creando un ambiente único.
Etapas de la Espera
Las colas en Venezuela son una montaña rusa emocional. Cada etapa de la espera puede ser retratada de forma cómica:
1. La desesperación
Los primeros minutos son relativamente tranquilos, pero a medida que el tiempo avanza, la desesperación se hace presente. Miradas de frustración y murmuraciones son comunes. Todos tienen un plan de contingencia: “Si no me atienden en cinco minutos, me voy”.
2. La esperanza
Cuando finalmente se mueve la cola, la esperanza regresa. Se siente una energía en el ambiente, como si todos estuvieran en una carrera hacia la meta. Las sonrisas y los comentarios optimistas surgen: “¡Ya casi, ya casi!”
3. La euforia del éxito
Finalmente, cuando llegas al mostrador y te dicen que hay lo que viniste a buscar, la euforia estalla. Es un triunfo colectivo; todos aplauden y celebran. La cola se convierte en una experiencia compartida, y aunque haya sido larga, valió la pena.
Hacer cola en Venezuela no es solo un acto de paciencia; es un ritual lleno de camaradería, risas y resiliencia. A través de las adversidades, los venezolanos han encontrado formas de hacer de la espera una experiencia más llevadera y hasta divertida.
Así que la próxima vez que te encuentres en una cola, recuerda que no estás solo. Estás formando parte de una tradición que une a todos en un mismo propósito: conseguir lo que necesitamos, aunque sea a costa de una larga espera. ¡Y mientras esperas, no olvides disfrutar del viaje!