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Ser venezolano no es solo tener cédula laminada y decir “verga” con 17 entonaciones distintas. Es una manera de caminar, de saludar, de pedir el café, de resolver sin tener con qué, y de reírse incluso cuando el mundo se está cayendo a pedazos… literalmente. Aquí te traemos cinco costumbres que, si las haces, es porque eres 100% hecho en Venezuela (o muy bien entrenado por uno).

1. El cafecito no se niega, y si es colado en manga, mejor

Aquí nadie dice “no, gracias” a un café. Eso es casi ofensivo.
Y no importa si estás en casa, en la oficina, en un velorio, o en medio de un apagón: el cafecito va.

— ¿Tú quieres café?
¿Tú respiras? ¡Claro!

Ya sea en pocillo, en taza grande, en vasito plástico (que quema los dedos y el alma), el café es el lubricante social venezolano.

Y si no hay café en casa, se improvisa:

  • Café de colador con media manga
  • Café “de la greca” del siglo pasado
  • Café que sabe a jabón porque lavaron mal la olla

Pero se toma igualito. Porque sin café, no hay país.

2. La panadería es nuestro Vaticano cotidiano

La panadería no es solo para comprar pan.
Es centro de reuniones, consultorio emocional, red social sin WiFi, y hasta oficina de emergencias.

Ahí se va a:

  • Buscar pan y chisme
  • Ver si “hay harina” (aunque tú no vayas a hacer nada con ella)
  • Pegarle gritos al televisor con Globovisión puesto
  • Comer un cachito de $3 mientras piensas cómo sobrevivir el mes

El que no tiene panadería de confianza, no ha vivido en Venezuela. Y si el panadero te dice “ya casi sale el canillón”, tú esperas como si fuera misa.

3. Tirarse el paso al ritmo de gaitas en diciembre (o cuando suene una)

No importa si estamos en julio, agosto o Semana Santa.
Si suena una gaita, se activa el modo Navidad.
Y si la gaita dice “Sentir zuliano”, el cuerpo se contorsiona como si uno tuviera cédula maracucha.

— ¡Ajá, pon Maracaibo 15 ahí, que esta no se baila… se sufre!

La gaita en Venezuela se baila, se canta, se grita y se llora.
Y si estás en diciembre, todo lo que hagas tiene de fondo gaitas, Hallacas y un tío prendido diciendo que “todo está carísimo pero vamos a brindar igual.”

4. Saludar como si no te vieras desde hace cinco años (aunque te viste ayer)

El venezolano saluda con amor, escándalo y show.
Un simple “hola” no existe. Aquí es:

— ¡Epa mi hermanooooo! ¡Tiempo sin verte, vale! ¡Qué es de tu vida! ¡Estás igualito! ¡Cómo está la familia! ¡El perrito! ¡El vecino!

Y si es una tía, viene el beso con ruido, el abrazo estrujado y la frase de protocolo:

“Estás más flaco, ¿estás comiendo?”

Hasta los vecinos con los que te lanzas indirectas por el balcón se saludan cordialmente cuando se cruzan en la panadería. Hipocresía nivel criollo, pero con buena intención y perfume de colonia barata.

5. Ver novelas, noticias y realities gringos con el mismo drama

Aquí nos entregamos al drama, venga de donde venga.

  • Si es novela: gritamos con la protagonista.
  • Si es noticiero: nos indignamos aunque ya lo sabíamos.
  • Si es reality gringo: hacemos análisis sociopolítico como si conociéramos al participante de toda la vida.

Y cuando cae la luz, la novela sigue en el chisme del edificio.

— Mira, y tú supiste que al final el tipo no era el papá del niño, sino el jardinero.
— ¡Lo sabía, vale! ¡Eso se le veía en la cara!

Ser venezolano es una experiencia que no se aprende, se vive

Estas cinco costumbres no están en libros ni se enseñan en cursos online.
Se heredan, se maman, se gozan.
Forman parte de esa mezcla mágica que hace al venezolano único, adaptado y, sobre todo, arrecho.

Porque entre café, gaitas, panaderías, saludos con show y telenovelas con análisis político, nos vamos armando nuestra rutina criolla, siempre con una carcajada y un comentario sarcástico en la punta de la lengua.