¡Prepárate para un viaje directo a Venezuela con esta receta! Las empanadas de pollo no son solo una comida, son un abrazote crujiente que se siente como un día de sol en la playa. Cada mordida tiene el poder de hacerte sentir más cerca de casa o, si nunca has estado en Venezuela, ¡como si ya hubieras llegado!
Ingredientes (para una fiesta en tu paladar):
- Harina de maíz precocida blanca: 275 g (la base de todo lo bueno)
- Agua: 365 ml (que hidrata la magia de la harina)
- Sal: 5 g (un toquecito que lo cambia todo)
- Aceite de girasol: Lo justo para que todo se deslice con suavidad
- Pechuga de pollo desmenuzada o en dados: 1 (¡el rey del relleno!)
- Cebolla: 1 (porque no hay sabor sin ella)
- Pimiento amarillo: ½ (para darle color y dulzura)
- Pimiento rojo: ½ (más color, más alegría)
- Aceite de oliva virgen extra: 2 cucharadas (¡el toque gourmet!)
- Pasta de ají amarillo: 20 g (si te atreves a un poco de picante)
- Cilantro fresco: Varias hojitas (porque lo fresco siempre eleva el plato)
- Mozzarella fresca en dados: 125 g (quesito que derrite el corazón)
- Sal y pimienta negra: Al gusto (porque tú decides)
Elaboración (aquí viene la magia):
- El relleno del amor: comienza sofriendo la cebolla y los pimientos en aceite de oliva. ¿Sientes el aroma? Así huele la felicidad. Añade el pollo desmenuzado, la pasta de ají y el cilantro. Deja que el queso mozzarella se derrita lentamente, mezclándose con todo lo demás como un gran abrazo de sabor. Salpimenta al gusto y deja que este festín se enfríe en la nevera.
- La masa que abraza: ahora vamos con la base de la empanada. Mezcla la harina de maíz con el agua y la sal. Amasa con cariño y deja reposar la masa en la nevera. ¡Que descanse un rato, se lo merece!
- Forma tu obra maestra: estira la masa entre dos láminas de film transparente, coloca una cucharada generosa del relleno en el centro, y dobla la masa sobre sí misma como quien guarda un tesoro. Corta en forma de media luna con un cortapastas o cualquier cosa que tengas a mano, y prepárate para el gran final.
- Freír con amor: calienta el aceite y fríe esas maravillas doradas hasta que estén crujientes. Deja que reposen un poco sobre papel absorbente, pero no demasiado, porque lo mejor de las empanadas es comerlas bien calientes.
¡Mordida tras mordida, sentirás cómo te envuelven en pura felicidad!