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Mientras Brasil sigue tratando de decidir si Venezuela es la oveja negra o solo un familiar incómodo, el presidente del Tribunal Supremo, Luis Roberto Barroso, decidió cortar por lo sano y llamar las cosas por su nombre. “Desastre humanitario”, dijo. Y no, no estaba describiendo una fiesta en la que se acabó la caipirinha.

Venezuela, ese país que alguna vez fue el mejor amigo de Brasil en las reuniones de la ONU y las cumbres del Mercosur, ahora es el tema que le quita el sueño a Lula, ¡y no precisamente por el bolero de Ravel! Desde que el querido líder de la izquierda brasileña llegó al poder, el régimen de Maduro ha sido más difícil de manejar que un carrito de supermercado con ruedas dañadas. Y es que el romance político entre Lula y Venezuela parece haber terminado en un «es complicado» en Facebook.

Por su parte, Lula, experto en el arte de esquivar preguntas incómodas, ha estado más confuso que un turista perdido en el Sambódromo durante Carnaval. «Yo no soy el líder de mi partido», dijo, como si eso fuera una excusa para aceptar la victoria de Maduro antes de que contaran siquiera los votos. ¡Quién diría que ser presidente sería tan complicado como decidir si el açaí es mejor con o sin granola!

Pero mientras Lula se distrae con su diplomacia (y quién sabe cuántas otras cosas), Barroso, con la claridad de un rayo en una tormenta tropical, lo ha dicho alto y claro: lo de Venezuela no tiene que ver con izquierdas o derechas, es simplemente un naufragio político… y sin botes salvavidas a la vista.

El juez supremo dejó caer la bomba: “Me sorprende cuando la gente discute si Venezuela es de derechas o de izquierdas. ¡No es ni lo uno ni lo otro, es solo un desastre humanitario!” Quizás lo siguiente que debería preguntar es si alguien ya le dio un mapa a Maduro para que encuentre la salida.

Y mientras tanto, la derecha brasileña, que resurge cual ave fénix desde las cenizas de Bolsonaro, se frota las manos y se ríe para sus adentros. Con el caos de Venezuela sirviendo como munición para las elecciones municipales, Lula tiene más problemas que una telenovela de horario estelar. Y todos sabemos que en Brasil, las telenovelas son asunto serio.

Así que mientras Lula sigue tratando de navegar las aguas turbulentas de la política internacional y de sus propias contradicciones, Barroso ya lo ha dicho todo. El desastre en Venezuela es tan obvio que ni siquiera necesitas una brújula política para verlo. ¡Solo necesitas abrir los ojos y, quizás, un buen café para asimilarlo!